Pescando

En las lejanas épocas donde solo importaba la asistencia a clase para no perder la práctica, la figura del Instructor era un lugar muy respetado. Debido a la escasez de ellos, en no pocas ocasiones y ante emergencias debía ser reemplazado por el alumno más avanzado allí presente. El ambiente era estrictamente marcial y la faceta deportiva inexistente. El tiempo cambió esa lejana realidad convirtiendo aquel ambiente marcial con innegable introspección personal, en uno casi exclusivamente de metas deportivas. Y el que no se incluye en esas metas, quizás porque no le interesa, bueno….ese….debe adaptarse a trabajar de relleno. A la escasez de Instructores de los primeros años de la actividad, le ha seguido la abundancia de gente que se dedica a la enseñanza del arte siguiendo las actuales circunstancias y exigencias. Sin embargo, este cambio en los objetivos no ha impedido que se siga con la evaluación tradicional de los adeptos. Esta está reglada con tiempos de entrenamiento a cumplir y la evolución teórica/practica, cuyo resultado favorable será exhibido con un nuevo color en su cinto si este es Gup o con un cambio de número y diseño del dobok si de cintos negros estuviésemos hablando. En ambos casos y a diferencia de aquella lejana época, la certificación de la promoción no se hace esperar. El proceso que si bien no se diferencia demasiado con lo que sucedía entonces, tiene aspectos institucionales y organizativos mucho más complejos que en aquel tiempo. Las mesas de examen guardan un diagrama que se ha internacionalizado y permite a estudiantes y profesores disfrutar de un orden preestablecido y un reconocimiento al evaluar el esfuerzo empeñado. Evidentemente todo este sistema global está sostenido por los honorarios que abonarán los examinados y que justifican el tiempo que debe invertirse en la evaluación del actual ejército de alumnos que inexorablemente debe ser escudriñado para poder concederle el merecido nuevo escalón en su evolución.  El ayudante de Instructor (1ro a 3er Dan) y una vez cumplido con los requisitos impuestos por el sistema, accederá desde su último escalón (3er Dan) al grado de 4to Dan.

Este lugar y a diferencia de las promociones anteriores, le permitirá convertirse en Instructor si se dedica a la enseñanza. Con el cumplimiento  de un curso y un trámite administrativo, accederá al ansiado lugar de Instructor Internacional. Este hecho le permitirá presidir su propia mesa examinadora y promover alumnos fuera y dentro de su país de residencia hasta la mitad de su rango (un 4to Dan podrá promocionar hasta 2do Dan y así sucesivamente). De ahí en adelante su evolución como Instructor podrá convertirlo con el correr de los años en un Master o Grand Master del Arte.

En ocasiones suele mal interpretarse el lugar que ocupan estos últimos. Estos lugares tienen relación directa con la entrega personal que se ha dedicado a la tarea pedagógica y a la formación de Instructores y escuelas.

Hay quienes abandonan su carrera pedagógica regular y su contacto directo con el alumnado para dedicarse a sumar Instructores ajenos o a ayudantes de los mismos, convirtiéndose sin serlo, en una especie de “distribuidor o padrino” del arte.

Este proceder, que no es nuevo, ha permitido la comercialización espuria de la disciplina y la constante desconfianza en la institucionalización de la misma. La consecuencia primera fue la atomización de la entidad internacional rectora, hecho acontecido en el tiempo inmediato al fallecimiento de su Fundador y Presidente, Gral. Choi Hong Hi.

La otrora respetada figura del instructor ha quedado desdibujada por el constante pase de una entidad a otra, de un Maestro a otro. Este traqueteo y la falta de formalidad institucional conlleva el ir y venir del alumnado como un ato de rehenes inconsultos que son utilizados como moneda de intercambio a la hora de negociar utilidades.

Imitación y repetición es la forma que debe adoptar un discípulo frente a las enseñanzas. Es por ello que el Maestro tiene el compromiso de mostrar lo que está enseñando. Si este hecho incontrastable no se produce porque el maestro ya no tiene relación pedagógica regular con el alumnado salvo en ocasiones esporádicas, surge una pregunta inevitable: quien es entonces el que realmente le enseña al alumno?

El Instructor vive de los honorarios mensuales que colecta de su alumnado y del trabajo administrativo que conlleva la evaluación de estos y las respetivas certificaciones que deben emitirse. Y el que ha abandonado la condición regular de la función de enseñar, como lo hace?

En una conversación informal un hoy “gran maestro” que ya no tiene esa relación regular con los alumnos, a esa pregunta me contestó: bueno… Usted sabe…pescando instructores.

SGM Ricardo Desimone

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