Conocimiento

 

En Taekwon-Do la transferencia del conocimiento tiene caminos inexorables a seguir, apartarse de ellos impide lograr los objetivos.

Ya he explicado en una nota anterior el infructuoso camino del autodidacta, no obstante, me gustaría abordar otros elementos que acarrean confusiones y obstaculizan el acceso al conocimiento, impidiendo la relación con quienes poseen la capacidad requerida.

Es sabido que las instituciones contienen masivamente a los practicantes para evitar que el autodidacta haga de las suyas al desconocer las necesarias  jerarquías preestablecidas desde los orígenes por su Fundador, el Gral. Choi Hong Hi.

Nadie puede comandar un ejército siendo sargento, las circunstancias le harán saber en el corto o mediano plazo la necesidad de los generales.

Sin embargo, en ocasiones ciertos lugares institucionales son ocupados por personas no idóneas a pesar de la categoría que este tenga.

Taekwon-Do está donde está el conocimiento, sin importar la raza, la religión ni las banderías políticas que quieran ocultar esa verdad. No obstante, el conocimiento en Taekwon-Do conlleva una característica que lo distingue de otras materias, instrumentos pedagógicos u oficios. Solo se sabe lo que se puede ejecutar.

Si Usted ha leído con profusión la literatura existente sobre Taekwon-Do y la recuerda al detalle, esto no lo convierte en un conocedor del arte ni en un crítico del mismo, solo es un lector informado.

Indudablemente para acceder al correcto dominio del Taekwon-Do se necesita además la asistencia de un Instructor «activo», que ayudará a lograr la puesta en marcha con el cuerpo de lo detallado en la teoría.

Si el cuerpo no lo puede hacer, Usted no lo sabe, digamos que leyó sobre el tema y nada más.

La diversidad de organizaciones que se arrogan la oficialidad del estilo sin tenerla, ha permitido que personas con alto rango se dediquen a transferir un conocimiento que sus cuerpos no pueden mostrar. Es decir repiten con rigurosidad los detalles que han leído o que han visto hacer, pero que ellos no ejecutan, estableciendo una disociación entre lo que se explica y lo que realmente se sabe.

El conocimiento demanda la práctica activa y constante. Sin ella toda sapiencia es utópica.

Sin el entrenamiento de las herramientas inherentes al arte no puede pretenderse el dominio de éste.

En Taekwon-Do, las huellas del entrenamiento de las mencionadas herramientas queda a la vista de todos.

No es posible dar cátedra de la eficacia del golpe de puño si sus manos no tienen el mínimo rastro del trabajo requerido para saber sobre el tema. En ese caso, ese instructor o Maestro no se diferencia en sus conocimientos de aquel alumno que también ha leído sobre la materia. Ese conocimiento no puede ser adquirido con dinero o concedido por los superiores sino solamente a través de la constante práctica y del sudor.

La teoría a cumplir con el cuerpo no puede ser obviada ni minimizada porque el entrenamiento sería errático e infructuoso, pero el solo conocer la teoría, es una forma velada de engaño, para consigo mismo y para con los asistentes a esa «cátedra».

Hay quienes tratan de imitar al Gral. Choi en el dictado de seminarios y en la minuciosidad de los detalles por él exigidos,  pero ninguno repara que él enseñaba lo que su cuerpo había entrenado. Sus manos daban cuenta del trabajo realizado para poder luego hablar sobre el tema. Su cuerpo se movía en sintonía con sus exigencias. Sus correcciones no las hacía pidiendo a otro que se mueva sino lo que él mismo ejemplificaba.

La explicación teórica acerca de las referencias geométricas sobre los cuales se edifican las posiciones, no implica maestría en Taekwon-Do.  Los conocimientos profundos son adquiridos solo por la práctica.

Imitación y repetición es la forma que debe adoptar un discípulo ante la enseñanza. Es por ello que el MAESTRO tiene el compromiso de mostrar lo que está enseñando.

La metodología a seguir exige la relación teórica y práctica, pero dando fuerte énfasis en la última. El ejemplo físico prevalecerá sobre la consideración teórica o la especulación intelectual.

La práctica permanente es en sí el camino del arte, sin ella, éste no existe.

Para reconocer a un Instructor o Maestro de Taekwon-Do y más allá del ineludible manejo que sobre las formas debe poseer, mire sus manos. Estas deben tener  huellas del necesario trabajo para ser eficaces, lo opuesto es evidencia de la falta de conocimiento sobre el tema.

 

Senior Grand Master Ricardo Desimone    

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